jueves, diciembre 03, 2009

VANGUARDIA Y DESAFÍO


por Diego Alfaro Palma



Del 2 al 6 de julio en Londres se celebró uno de los eventos más esperados de este año. Se trata Marxism 2009, una serie de conferencias y representaciones artísticas, que tiene por vocación reunir los temas más candentes para los movimientos de izquierda mundiales. Dentro del programa, la crisis económica, el calentamiento global, la problemática palestino israelí, la liberación de la mujer y la situación latinoamericana, se tomaron nuevamente la platea. Entre los invitados había nombre grandes: Alex Callinicos, David Harvey, Terry Eagleton, Slavoj Zizek, Gareth Pierce e Itsván Mézarós, entre otros. Sin duda un deleite para los seguidores de Marx. Sin embargo, y a pesar de los nobles y urgentes problemas que ahí se trataron, hubo uno que sobrepasó incluso a sus organizadores, y que no es más que el debate acerca de la estrategia. A un lado del ring estaba el combativo Callinicos y al otro el famoso Zizek.

La izquierda posee un largo historial de debates, y basta recordar los mismos que Marx mantuvo con los pensadores de su época, la debacle entre Trotsky y Stalin, el mítico desacuerdo entre Lukács, Brecht y Bloch acerca del alcance y proyección del realismo socialista, la abundante bibliografía de la confrontación entre Jean-Paul Sartre y Roger Garaudy. Habría que nombrar otros tantos, no obstante, la importancia del que mantuvieron Callinicos y Zizek es, hoy por hoy, de lo más contingente. Por otro lado, el hecho de que la gran discusión teórica marxista se haya concentrado en la capital inglesa, tampoco es un fenómeno casual. Ya Perry Anderson en su obra Tras las huellas del materialismo histórico, había acusado este hecho. El editor histórico de New Left Review ha catalogado este “predominio anglosajón”, en primer lugar, como un efecto de los fracasos estratégicos del eurocomunismo (aliado a la centro izquierda e incluso, en Italia, a la Democracia Cristiana) y de la tradición marxista latina (en Francia, España, Italia y Portugal); sumado esto al posicionamiento en estudios históricos, económicos, sociales y literarios que lograron concentrarse en las universidades británicas, en los medios y editoriales con autores como Hobsbawm, Hill, Williams, Jameson, Brenner, Thompson, Eagleton y el mismo Anderson. En otras palabras, el marxismo volvió a la tierra donde Marx elaboró El Capital y donde finalmente su cuerpo expiró. Ahora bien, ¿esto significa un verdadero renacimiento del marxismo a escala global, práctico y teórico, o lo que comúnmente vemos son sólo fenómenos aislados?



La discusión entre Callinicos y Zizek estuvo entrecruzada por esta última pregunta. Ambos, para caracterizarlos, representan dos tradiciones dentro del marxismo que hoy debaten su predominio. Por un lado, Callinicos (Zimbawe, 1950), trotskista, crítico acérrimo de los teóricos posmodernistas y líder del Socialist Workers Party, es un hombre duro de roer. Gran parte de su exposición en Marxism 2009 estuvo enfocada en mantener una idea fundamental para la izquierda: el partido. Cuando hoy, muchos de los teóricos se relacionan con movimientos anarquistas o a la crítica anticapitalista convirtiéndose en radicales pop (incluso obteniendo éxitos de ventas), Callinicos ofrece la continuación de la vieja vía; en otras palabras, situarse en el poder mediante la táctica partidista, señalando preocupaciones precisas a nivel global, atacando las acciones y los discursos de la clase detentadora y defensora del modelo neoliberal mediante la crítica y la acción en conjunto de distintas fuerzas organizativas (sindicatos, ecologistas, feministas, estudiantes, etc.). Por contraparte, Zizek (Eslovenia, 1949), famoso en las universidades norteamericanas y en el mundo, por su papel de filósofo sintetizador de la postura de Lacan, Hegel y Marx, además de sus constantes alusiones al cine hollywoodense a la hora de analizar las problemáticas ideológicas, significó un contrapunto interesante en el debate. Su posición acerca de la estrategia tiene un primer punto, para él, indispensable: “la crítica de la nostalgia”, nostalgia que ve representada en la posición de Callinicos y de gran parte de la izquierda partidista. Le interesa mayormente algo que muchos teóricos –nacidos principalmente de la heterodoxia marxista- ya han realizado: la crítica a la experiencia soviética y la crítica a (y no el refugio en) los procesos latinoamericanos, lo que para él es la mejor forma de encausarlos y ayudarlos. Pero el punto central de su confrontación con Callinicos es que Zizek alude a una alianza con los liberales que, según él, en tiempos de crisis como los nuestros, necesitarán, más temprano que tarde, la experiencia de la izquierda para sobrellevar el declive democrático. Podríamos entender por esto que para Zizek, el fenómeno de la nacionalización de bancos y la regulación al sistema financiero, proceso que se vive a lo ancho y largo del globo, deberá tener un asidero, para los liberales, en ciertas tácticas donde la izquierda (especialmente la marxista) posee un dominio histórico.

Sin embargo, gran parte de los oyentes, ya poseían un registro de lo que iba a suceder en aquel debate. Zizek había participado en el coloquio On the idea of comunism, organizado por el Instituto de Humanidades de Birkbeck, en Londres, en el mes de marzo de 2009. Junto a él participaron ni más ni menos que intelectuales como Alain Badiou, Michael Hardt, Jean Luc Nancy, Toni Negri, Terry Eagleton y Giovanni Vattimo. Ahora, este hecho, vendría a recuperar la primera pregunta que hemos planteado. Y sí, sin duda el marxismo ha retomado fuerzas. Parecería impensable una discusión como aquella, con tales pensadores en la mesa, hace diez años. El agotamiento en las universidades del textualismo, los estudios de género, desprendidos de un soporte en la realidad, una realidad, por lo demás, devastadora, quedan hoy como ejemplos de un esencialismo liberal ajeno a la problemáticas históricas, materialistas y de clase que hoy se robustecen.

Pero eso no es todo, hay más de donde salió Marxism 2009. David Harvey respondió como ninguno. Harvey, para quienes no lo conocen, es uno de los autores y pensadores marxistas más potentes de las últimas décadas. Es notable su trabajo con respecto al fenómeno de la capitalización y división en clases de las grandes ciudades, su crítica mordaz al neoliberalismo (en especial, su visón al proceso chileno) y su relación con movimientos de conservación y de minorías sexuales y raciales en la ciudad de Nueva York, donde actualmente es docente. Su papel en la serie de conferencias fue entrar al debate entre Callinicos y Zizek. Para esto comenzó analizando la irracionalidad de un sistema económico y político, que abastece y mantiene a los productores de la crisis, mientras el desempleo, el hambre y la pobreza se multiplican en cifras estratosféricas. “Eso es estupidez”, afirmó el geógrafo. La cuestión para él es cómo aunar las fuerzas racionales y en estado más vulnerable para dar una respuesta a las necesidades actuales. Para Harvey el sentido de lo revolucionario se ha vuelve vacío sino se pregunta por cómo éste debe situarse en un tiempo de crisis. La cuestión es cómo guiar el avance tecnológico capitalista hacia uno socialista en relación a la naturaleza. “Un momento de crisis es un momento de reconfiguración tanto del uso de las tecnologías, de la relación con la naturaleza y las relaciones interpersonales y sociales”, aseveró siguiendo a Marx. Todos los conocimientos y las tecnologías se encuentran en una prisión ideológica, en estructuras ideológicas y hay que liberarlas –aseveró Harvey-, como el conocimiento de las universidades, democratizar, a su vez, las tecnologías limpias, concretar un movimiento que recoja el descontento y lo proyecte en una vía organizativa que vuelva a pensar la forma de construir un Estado.

Sin embargo, para Harvey, la problemática es aún más compleja. Tanto es su obra A Brief History of Neoliberalism, como en sus distintos textos y discusiones, se ha dedicado en remarcar un hecho ineludible: el neoliberalismo, en su práctica, “ha sido un proyecto de clase camuflado bajo una proteica retórica sobre la libertad individual, el albedrío, la responsabilidad personal, la privatización y el libre mercado”. Esto –que para muchos puede ser de perogrullo- Harvey lo ha contextualizado, en estos dos últimos años, al nivel de cómo las políticas económicas de las grandes potencias plantean su respuesta a la crisis financiera. Sería largo de relatar el planteamiento del autor, no obstante, se podría resumir en cómo el gran poder capitalista vehiculizará, a través de la condonación de deudas a entidades financieras y grandes empresas, los excedentes de la actividad financiera, ya sea a través de la contracción del poder económico en cada vez menos entidades, o en la materialización de aquellos excedentes, ya no en el mercado inmobiliario, sino encausándolos hacia otras formas de capitalización. Harvey ha sido enfático –como lo hizo en una conferencia en el Foro Social Mundial- en decir que esta crisis financiera es más bien una “crisis urbanística”, que no sólo ha dejado más de 2 millones de personas sin hogar en los EEUU, y para los cuales no ha llegado subvención alguna, sino también ha despojado, en las grandes ciudades del mundo, a la clase trabajadora de su derecho a la ciudad, a tomar decisiones sobre ésta y cómo se quiere vivir. Y cuando ha mencionado esto no sólo se refiere a esta crisis en específico, sino a las más de 378 crisis financieras que se han venido produciendo desde los años ’70 hasta acá, fecha clara de la instauración del sistema neoliberal, y que ha generado un superávit de $50 trillones de dólares.

Pero, más allá de lo que se pueda creer, Harvey no es un derrotista. Su movimiento “Right to the city” ha cobrado fuerzas en distintos puntos del mundo, desde Tokyo a Barcelona, de New York a Sao Pablo. Y esto es un incentivo para las organizaciones civiles, más allá de sus posiciones políticas. El derecho a la ciudad, como ha dicho, es un derecho inalienable, es un derecho que lo generan las mismas personas y es una lucha contra los intereses estatales y privados que toman las decisiones urbanísticas, que perjudican siempre a los que tienen menos. Y es por un lado saludable pensar que hoy en muchas partes de Latinoamérica esa lucha tiene un asidero más concreto y potencial que en los países del hemisferio norte.

No obstante, a la izquierda en esta parte del mundo le queda un largo camino y que deberá recoger, más temprano que tarde, de las discusiones de la vanguardia a nivel global, aunque, como sabemos, gran parte de la vanguardia misma esté ocurriendo aquí (al menos concretamente). El que Harvey haya señalado la lucha por el derecho a la ciudad como una lucha contra el capital, contra los intereses neoliberales, es ya un buen punto de partida para rearticular un diálogo más profundo con los ciudadanos, en especial con aquel grupo que se siente acurrucado por políticas públicas o privada de las que se vuelve dependiente o acrítico, discriminando a la política por el desprecio a la clase que la ejecuta, pero sin considerar su ejercicio de ésta, como seres autónomos y netamente políticos. Sin duda futuros debates deberán entrecruzar, al Derecho a la ciudad, el viejo Derecho de vivir en paz y, desde ahí rescatar estratégicamente –tanto práctica como teóricamente- un sustento que yace olvidado: la capacidad de la izquierda (especialmente marxista) de analizar los distintos fenómenos como una totalidad; aquello que Lukács siempre reclamó como la mirada crítica obligatoria para la indagación y transformación de lo real, se vuelve cada vez más urgente. Los temas que ha puesto en el tapete la izquierda –la crisis climática, la financiera y alimenticia, más las problemáticas inmigración, género y educación, entre otras-, merecen, al menos en este país llamado Chile, un debate teórico exigente y una práctica que no vuelva a ser una receta reversible para los neoliberales. Pero un debate es exigible para reconocer una dirección, denotar puntos de análisis y, finalmente, saber con qué no hay que volver a tropezar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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